Facultad de Arquitectura y Urbanismo
de la Universidad de Chile

Sueño
Camilo Rossel
Universidad de Chile
Facultad de Artes
Como en un sueño, la normalización de la extrañeza anula nuestros marcos cotidianos de funcionamiento y explicación haciendo que nos preguntemos a cada momento ¿Esto realmente está sucediendo? No porque lo que sucede no fuera posible sino porque desborda su marco habitual: la violencia que policías y militares han desatado sobre la población no es una violencia inédita sino la violencia cotidiana de la policía y los militares: la violencia del cuartel y la comisaría, la violencia que ejerce el que está arriba sobre el que está abajo simplemente porque puede hacerlo.

¿Qué nos está sucediendo? preguntaba Sergio Rojas en un lúcido texto publicado recientemente¹. Se trata de una pregunta que no busca ser respondida sino abrir terreno a lo que no sabemos cómo explicar.

Ennio Vivaldi decía en otro texto que esto era como un sueño², y si bien no comparto su interpretación de la metáfora me resulta interesante pensar en su extremación. Si esto es un sueño es necesario distinguir el contenido manifiesto del latente. En lo manifiesto la contradicción (como en todo sueño) de acciones y declaraciones que van desde esa solidaridad y amor por el “pueblo” (“el pueblo unido jamás será vencido”) junto con el odio radical a otra parte de ese mismo pueblo (ya sea los “vándalos” o los “pacos culiaos hijos de la perra”): una suerte de Chile onírico como “Jardín de las delicias” (oasis diría Piñera) de El Bosco, con un mundo de praderas verdes y amor eterno junto a una serie de escenas extrañas e incomprensibles y, un poco más allá, un mundo en llamas con sujetos devorados y excretados por monstruos inquietantemente cercanos y a la vez lejanos a las formas humanas (como lo es hoy la policía y los “vándalos”).

También, como en un sueño, la normalización de la extrañeza anula nuestros marcos cotidianos de funcionamiento y explicación haciendo que nos preguntemos a cada momento ¿Esto realmente está sucediendo? No porque lo que sucede no fuera posible sino porque desborda su marco habitual: la violencia que policías y militares han desatado sobre la población no es una violencia inédita sino la violencia cotidiana de la policía y los militares: la violencia del cuartel y la comisaría, la violencia que ejerce el que está arriba sobre el que está abajo simplemente porque puede hacerlo. Lo mismo sucede con esa violencia del “lumpen” y los “saqueadores”, que no es sino la violencia cotidiana de las poblaciones, de la precariedad, de la sobrevivencia y la “educación de la calle” donde, al igual que en la comisaría y el cuartel, sobrevive el más fuerte y el más “vivo”. Ambas violencias siempre estuvieron ahí pero hoy se desbordan más allá de esos límites donde nos resultaba cómodo no verlas. No les prestábamos atención mientras no invadieran nuestro mundo, nuestro metro, nuestro mobiliario, nuestras calles. Hoy ambas violencias se han desmarcado de sus topologías invisibles a la mayor parte de nosotros para situarse como protagonistas.

Entonces, si este es un sueño que hace manifiesto deseos inconscientes, el inconsciente social fraguado en estos últimos 40 años es de una violencia inconmensurable que de pronto nos asusta y nos fascina al salirse de la fragmentación perversa en que la había mantenido ese contrato social (nuestra constitución del 80) impuesto igual de violentamente e impreso hoy también en la carne y en el inconsciente de nuestra sociedad. Así, igual como sucede con un truco de magia (o un sueño) ese contrato hoy se resquebraja al hacerse visible lo que el truco oculta, en este caso, la violencia que sostiene nuestro contrato social.