Facultad de Arquitectura y Urbanismo
de la Universidad de Chile

Excepcionalidad
Carolina Bruna Castro
Universidad de Chile
Facultad de Derecho
Si tenemos en cuenta la definición que señala el estar fuera de lo normal, nos preguntamos ¿se puede hoy seguir hablando de lo normal? Contraviniendo la idea de normalidad pensamos en el ser diferente, en el hecho de que cada modo de vida es excepcional en sí mismo, por lo tanto, es imposible hacer un catálogo que nos ilustre lo normal de la persona humana.

Excepción es una palabra con más de una definición. Excepción no solo tiene el significado jurídico, que entre otros es la decisión –concepto también disputable– para restablecer el orden aparentemente perdido, suspendiendo las normas habituales del Estado secular. Excepción o excepcional es alguna situación, cosa y/o ser que excede lo que se entiende por “normal”. Incluso el vocablo puede ser útil para indicar algo tan bueno, muy bien realizado, o una persona tan magnánima que se sale de los estándares por ser excelente (Diccionario Clave). Considerando este último aspecto, podríamos decir que hoy en día el Estado chileno no ha respondido en caso alguno de manera excepcional a las demandas de la gente, de hecho, ha actuado de modo contrario. El Estado no ha actuado de forma excelsa, más bien ha impulsado el oasis del arbitrio, que como todo lo arbitrario, solo se preocupa de lo accesorio sin pensar en la relación con la alteridad.

Si tenemos en cuenta la definición que señala el estar fuera de lo normal, nos preguntamos ¿se puede hoy seguir hablando de lo normal? Contraviniendo la idea de normalidad pensamos en el ser diferente, en el hecho de que cada modo de vida es excepcional en sí mismo, por lo tanto, es imposible hacer un catálogo que nos ilustre lo normal de la persona humana. En el contexto de esta definición acciones que sean ejemplos de cómo se debe actuar o reaccionar, cuando nuestro tipo de forma de ser no coincide con “lo normal” son imposibles. Los seres humanos no somos mecanismos que repitan un patrón una y otra vez de manera idéntica, variamos los patrones, le damos corazón, sangre, por tanto, vida y además singularidad a las instituciones, que por cierto son creaciones humanas. ¿Hay algo así como lo normal de la justicia? Cada quien responde excepcionalmente ante lo injusto, porque la justicia es excepcional, lo que significa que no se manifiesta como un molde estático que organice la materialidad y experiencia de nuestra colectividad. Pero además la justicia debería ser excelsa, debe ser excepcional al comprender la realidad que también es excepcional, tenemos acá los dos sentidos de la palabra. La justicia es paradojal pues, juzga sobre lo excepcional siendo excepcional en sí misma, de modo que es imposible representarla del modo en que un espejo refleja y nos muestra como somos. Por lo cual solo tenemos intentos de tratar de alcanzarla que son cercanos a su idea cada vez que se escucha y mira la colectividad que debe cuidar.

Creer que el mero arbitrio de quien preside el Estado resuelva excepcionalmente, con justicia, la reorganización de la vida, es un atentado a la singularidad. La arbitrariedad solo logra someter e ir contra la excepcionalidad de la vida porque intenta forzarla a entrar en un molde. Lo anterior significa mutilar la vida misma, es equivalente a desgarrar las excepcionales formas de vivir y los excepcionales puntos de vista dejando sobre todo puntos ciegos. Por el contrario, una decisión implica considerar siempre una relación, es un responder ante una situación que afecta a otras personas. La justicia que debe decidir requiere atender a la excepción, a la pluralidad, diversidad de los singulares modos de vida. Ahora, lo que nos queda es esperar que los operadores y operadoras de la justicia chilena se saquen la venda de su vista (la estatua de Valparaíso ya lo hizo como antaño se mostraba en la representación medieval) y por lo mismo, como antiguamente, puedan dar voz, oídos y ser todos los ojos, faltantes y presentes, del pueblo chileno.