El Estado de excepción que nos señala Giorgio Agamben es una condición más habitual y cotidiana de lo que se cree. Es, por ejemplo, la situación en la que viven las Personas en Situación de Calle de manera permanente. Estas personas, desprovistas de la mayoría de sus derechos políticos y sociales nos demuestran la imposibilidad del denominado Desarrollo Sustentable, en tanto oximoron: una apuesta por la construcción antrópica del planeta en la que el crecimiento económico se supone ilimitado o, en el mejor escenario, regulado para la administración de los servicios ecosistémicos a través de las generaciones de humanos.
En este esquema de excepcionalidades también se encuentra la investigación y desarrollo de Tecnologías de la Energía Solar en Chile, que ha sido relegada al olvido y la marginalidad durante un siglo y medio, desde la existencia de las Industrias de Las Salinas, Sierra Gorda y Oficina Domeyko (1872-1908) en el desierto de Atacama. En el siglo XXI, la revolución popular de Octubre de 2019 aborda un aspecto de los problemas de la Sustentabilidad, como es la Justicia Social, la que se podría extender hacia la Justicia Ambiental. Sin embargo, quedan nuevamente en el silencio y el olvido las Tecnologías de la Energía Solar, subsumidas en las Tecnologías Fotovoltaicas, que en realidad son la vehiculización de la cosecha de radiación solar para las transacciones en los mercados. Esto contrasta con la minuta de Enero de 1973 en que ENDESA calculaba US$2 millones de ahorro si se implementaban tecnologías Termosolares domiciliarias.
En aquella minuta se prospectaba solo la zona desde el Norte Grande hasta Curicó, aunque la evidencia demuestra que en todo el territorio continental e insular polinésico las tecnologías de la energía solar son un aporte significativo. Sin embargo, el discurso habitual, tanto técnico como político y económico contemporáneo, tiende a asociar la Energía solar con el desierto o las zonas áridas. Esto permite restringir, además, la idea de cosecha de radiación solar a la conversión en electricidad, excluyendo las utilidades para calentar el agua, el aire, atrapenieblas, cristalización fraccionaria de sales, cocción de alimentos, motores, producción de hielo, entre otras.
Toda esta información, al igual que la situación de desigualdad económica y social en Chile, ha permanecido como datos dispersos en memorias sueltas alejando la posibilidad de conexión con la memoria emblemática del Pueblo y la divulgación de estas tecnologías que permitirían incrementar la autonomía energética y mejorar índices de equidad social, económicos y ambientales.
La situación de la Energía Solar y las tecnologías que permiten su incorporación a la vida cotidiana es también parte de la restauración de derechos sociales, económicos, políticos y ambientales que deben restituirse para terminar con los estados de excepción de las energías renovables administradas como propiedad privada y propiciar el cambio cultural.