Facultad de Arquitectura y Urbanismo
de la Universidad de Chile

Bastardía
Cristián Gómez-Moya
Universidad de Chile
Facultad de Arquitectura y Urbanismo
La continuidad del Estado de Excepción se nos presenta aquí como una norma necesaria, como una lícita violencia para defender el orden ya pactado hace cuatro décadas. Así, en lo que conlleva la degeneración de un origen indeseado, resulta ineluctable que la genealogía estalle en sí misma.

Restaurar el origen cuando se ha perdido todo rasgo de huella germinal. De eso trata la excepcionalidad, de hacer aparecer el acontecimiento como anomalía, como fuera de toda norma inscrita en el contrato soberano de una democracia representativa.

Acontecimiento ilegítimo, además, si se trata de la degeneración del origen seminal, de todo aquello que da valor paternal. Padre y origen son aquí auctoritas de un mismo saber, el que nos anuncia y nos nombra, el que nos orienta y nos cuida. Nos cuida en el consejo de volver antes del ocaso, para no quedar entre luces, en el vacío de ley que no protege. Antecesor, autor y autoridad que ya estaba ahí, en el origen de la ley.

Son bastardos si no hay reconocimiento de esa ley que nombra, que degenera el origen. Es por ello que el Estado ordena la captura, esgrime la emergencia, enarbola la excepcionalidad cuando se desconoce el orden capital. Ese momento, como sabemos, en que el derecho se suspende para asegurar su continuidad, es lo que nos funda en el Estado de Excepción permanente. Hasta ahí nada nuevo, menos aún en el devenir de los últimos cuarenta años de cultura autoritaria en Chile.

All Cops Are Bastards, aparece en medio de las movilizaciones metropolitanas como un estrafalario léxico en que se desprecia el origen desconocido, por ilegítimo, y al mismo tiempo se llama a la desobediencia contra su propio orden policial. La continuidad del Estado de Excepción se nos presenta aquí como una norma necesaria, como una lícita violencia para defender el orden ya pactado hace cuatro décadas. Así, en lo que conlleva la degeneración de un origen indeseado, resulta ineluctable que la genealogía estalle en sí misma.

Si los llamados al orden detrás de la excepción buscan salvaguardar el derecho democrático de una constitución ya pactada, cabría preguntarse incansablemente, ¿qué clase de constitución es la que se está salvaguardando? La originalidad del desarrollo liberal y autoritario de la constitución de 1980 se construyó, precisamente, en la parábola que une su origen ilegítimo, espurio, y el auctoritas de la bestia soberana en aquel momento dictatorial. La inscripción de su constitucionalidad cívico-militar produjo, al mismo tiempo, la fraudulencia y la degeneración; de ahí su bastardía. La agencia política de la vida pública, operando en el margen de los extraordinarios poderes otorgados a un presidente, en la confianza depositada en el régimen de las supermayorías representativas, en el absolutismo de la propiedad privada y en la sociedad regulada por las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad Pública, se volvió inexistente e impracticable al arrastrar consigo el efecto policial del llamado al orden constitucional.

Cualquier imaginación que haga posible pensar la degeneración de ese origen se transformará, hoy en día, en el porvenir de una nueva forma orgánica capaz de desidentificar, desclasificar, desarticular todo aquello que remita a una continuidad. Esa nueva máquina constituyente acaso pueda, primero, desestabilizar la excepción en el continuum –el efecto de ensoñación al cual se dice despertó el país–, y segundo, hacer posible la vida de lo humano y lo inhumano haciendo de su forma bastarda no una policía sino más bien una política.