Los diversos procesos de acumulación que hoy se articulan en torno al desarrollo neoliberal a nivel planetario, sólo son posibles gracias a una serie de dispositivos que les entregan las condiciones de resguardo, absolutamente necesarias, para acaparar todo tipo de capital (no sólo acumular -64 personas en el mundo acumulan la misma cantidad de dinero que el 50% más pobre-, sino también establecer los sistemas de validación que colocan esos capitales o formas de vidas por sobre otras). Dichos dispositivos (jurídicos, militares, políticos) son los cancerberos que protegen estos intereses de toda forma de vida que los amenace. El estado de Excepción impuesto en la madrugada del sábado 19 de octubre de 2019 es ejemplo de esto. Pero también el asesinato de Camilo Catrillanca en Temucuicui en manos del Comando Jungla, el envenenamiento de amplias zonas urbanas (Ventanas, Puchuncaví, Quintero, entre muchas otras) y el asesinato-suicidio de Alejandro Castro para alimentar con electricidad las faenas de extracción de las transnacionales, la expropiación legal del salario y la generación de una vejez pobre y desolada para sostener la especulación financiera de las AFP, etc.; son hechos que forman parte la acumulación (no externalidades de dicho proceso, sino más bien su “modo”). En estas condiciones catastróficas, los actuales neofascismos latinoamericanos son una deriva más de dichos procesos, son dispositivos que aseguran la acumulación a través de formas no tan diferentes a los que observamos hoy en Chile. Lo que llegó es una política del “fin” que instala la “gracia” como “áncora de salvación” de los conversos. Frente a estos hechos, los progresismos resultan meros estertores pos caída del muro en Berlín. En esta dirección, toda política que no sea una política de la catástrofe estará destinada a ser una política de la representación, es decir, otra forma de dis-posición de los actuales modos de acumulación.