Contribuir al conocimiento de la casta política actual en el poder debe ser un imperativo ético, aún más, cuando después del estallido social y la presión transversal de la ciudadanía por un conjunto de demandas sociales y políticas, ha sido contestada con una indiferencia abismante. Por el contrario, como ha solido ocurrir en estas últimas décadas, la profundización del modelo neoliberal, ha sido la tónica. Podría en esta ocasión, hacer referencia a los orígenes políticos de una de las herederas, siguiendo a Bourdieu, para inteligir, si aquello se pudiera, ciertos patrones de conductas. A fin de escoger a una, me quedaría con la Ministra de Educación, Marcela Cubillos, para dar cuenta qué podría haber heredado de uno de los artífices del orden actual.
Su padre, Hernán, ex oficial de marina, fue el primer civil en dirigir la cartera de Relaciones Exteriores en 1978. En ese gabinete, había colaborado posicionando a esta área como parte del engranaje que debía asegurar que el experimento estadounidense no perdiera la orientación inicial. Llegó, por cierto, a enfrentarse en 1979 a Manuel Contreras, el exjefe máximo de la DINA, buscando el modo de que este quedara sin defensa, junto a Pedro Espinoza, por el atentado en Washington contra Orlando Letelier en 1976. Pero ello, no obedeció a que tuviera ciertos reparos por las violaciones a los derechos humanos, sino que en asegurar que la operación que se hacía en Chile no terminara fracasando justamente por este tipo de actos.
Cubillos, debía generar las condiciones para que las “siete modernizaciones” se cumplieran. ¿Cómo llegó a ser parte de un gabinete tan selecto que contenía a personajes como Sergio de Castro, Pablo Baraona, (ambos autores del Shock del ’75, graduados de Chicago y fieles discípulos de Friedman y Hayek), Gonzalo Vial (redactor del Libro Blanco-Plan Z), Alfonzo Márquez de la Plata, José Piñera (ideólogo de las AFP)? No era un desconocido. Había sido uno de los conspiradores más asiduos contra el advenimiento de la UP, pues siguió manteniendo lazos estrechos con el Almirante José Merino, quien en 1969, junto a este y Agustín Edwards, conformó la Cofradía Náutica del Sur, lugar donde se preparó el golpe de Estado de 1973. Desde allí mismo, después de reunir a un grupo de economistas, se concibió El Ladrillo, programa económico que se impuso luego de la caída de Allende, siendo sus elaboradores de Castro, Baraona, Márquez de la Plata, Jaime Guzmán, el ideólogo de la Constitución de 1980.
Además, una vez Allende en el poder, se hizo cargo de El Mercurio, cuando su amigo Agustín, decidió exiliarse en Estados Unidos con el fin de generar los contactos con Washington para derrocar al presidente elegido. Puso también ánimos, junto a muchos de estos, para levantar en 1971 la revista Qué Pasa, la que se convirtió en un baluarte contra la Unidad Popular y promovió abiertamente el golpe de Estado.
En fin, el gabinete civil conformado en 1978, que aseguró la “nueva institucionalidad” neoliberal, preexistía antes de 1973 y el empresario Cubillos fue un articulador eficaz que logró reunir a individuos con cierto sentido común por el poder, la conspiración, el golpe, amparados por una buena cuota de violencia y terrorismo de Estado.
Si la ministra heredó algún tipo de prácticas, por ejemplo, ignorar o no escuchar las demandas de la sociedad civil, podríamos aceptar que el ambiente familiar sí debe tener algún tipo de incidencia en la formación del individuo. Quizá sea bueno de vez en cuando escudriñar sobre las tradiciones que se han ido gestando y traspasando, si es que eso ocurre. El ejercicio democrático, desde el estallido social, ganaría, sobre todo, si se sabe bien quiénes son los gobernantes y qué tipo de educación tuvieron y en qué ambiente se formaron. Si hubo algún tipo de aprendizaje que se legó, es algo que habría que probar y la historia justamente para ello podría servir. Acá, algunos elementos.