Facultad de Arquitectura y Urbanismo
de la Universidad de Chile

Gesto
Gabriela Milone
Universidad Nacional de Córdoba
CONICET
Si algo en-seña (para mí) esta histórica protesta chilena sostenida en las calles, es la maravilla necesaria de la profanación. Pero de profanar no cualquier cosa, sino de profanar la superficie, eso que parece que acaba en la función de su soporte. Soportan las superficies la potencia de un grito, el gesto profanatorio de grafista que hace de la letra en vertical la huella de una voz cuya materialidad resuena en la dureza.

Veo lo que está pasando en Chile por las redes sociales. Consternada, no dejo de pensar en la condición de medialidad con la que nos llegan, a este otro lado de la cordillera, las imágenes del estado de excepción que se vive allí. Cómo calibrar, pienso, con algo más que delicadeza (y algo menos que cierta pretendida exactitud) la experiencia de estar en Chile hoy. De los carteles y pintadas que he visto y leído por registros fotográficos en Facebook, dos me llaman la atención: “Chadwick no rimai con ninguna hueá” y “Paco fascista / tu hija es feminista”. Antes de buscar hacer relaciones entre lo que rima, la tentación del qué con qué, pienso en para qué sirve la poesía. Pregunta obvia, quizá. Pregunta irrelevante, quizá también. Pero pareciera ser que en ella algo insiste: pareciera que nos es necesaria. Nos es necesario hacer (poiesis) con la lengua y sus sonidos, sus signos, sus combinaciones. Ya lo decía Barthes y nosotrxs lo repetíamos sin parar: la lengua es fascista. Pero fascista rima con feminista, lo dice la pared; y ahí reside la potencia de un desvío y de una sublevación. La rima no aúna sino que expone el conflicto, por una suerte de trampa sonora; y lo dice en la potencia de una profanación. En la potencia de restituirle a la rima el uso libre de las superficies, en el eco liberado de todas las bocas. Porque si algo en-seña (para mí) esta histórica protesta chilena sostenida en las calles, es la maravilla necesaria de la profanación. Pero de profanar no cualquier cosa, sino de profanar la superficie, eso que parece que acaba en la función de su soporte. Soportan las superficies la potencia de un grito, el gesto profanatorio de grafista que hace de la letra en vertical la huella de una voz cuya materialidad resuena en la dureza. La letra en la pared es el eco de la voz. Su excepción de voz escrita refracta la excepción de un Estado cuya violencia se profundiza. Y si hemos visto la extrema violencia de hacer entrar balas por los ojos, también asistimos día a día a la fuerza del grito que sale por las bocas. La voz no puede agujerearse. Se hará espacio como materia insumisa que es.

Qué nos subleva, hoy ya lo sabemos. La pregunta será entonces por el cómo, ese gesto singular de cada sublevación. Y por lo que alcanzo a ver desde este lado de la cordillera (cordón-corazón), uno de los gestos preponderantes es el de la letra en la superficie. Escribir la voz sublevada, escribirla en el ritmo de una consonancia, de una asonancia; escribirla en la anomia atravesada por una rima abierta en la boca que grita y en la mano que escribe, gestos que muestran el latido común y rimado de un despertar.

Leí hace poco: “Chadwick a la hoguera/si la wea no rima/ es culpa de Piñera”, y no puedo sino pensar en la maravilla del in-genio sonoro dando cuenta de la pertenencia exclusiva de la rima a las voces insumisas.