El poder performativo del estado de excepción

Esta palabra sofisticada expresa simplemente la posibilidad de que una sentencia tenga un poder productivo. No que las palabras crean realidad como dicen algunos gurúes newage, sino que ciertas expresiones, dichas en ciertas condiciones, por ciertas personas, tengan o no, un efecto real.

Cuando el presidente ha dicho estamos en guerra, dado que se trata del presidente, dada la severa erosión de las institucionalidad política, dada la historia de violencia política militar y de violaciones a los derechos humanos, dado que decreta estado de emergencia y delega un poder que no tiene para detener personas que no han cometido delitos y torturarlas, esa frase tiene el efecto de una guerra.

Escribo desde la ciudad de Valparaíso, arrasada por incendios y saqueos, amparados y estimulados por los responsables de mantener el orden. El efecto performativo de decir estamos en guerra, se ha vivido aquí con toda fuerza.

Desde un cerro, el poder performativo de nuestras palabras ha sido llevado a grado cero, dadas nuestras condiciones, nuestras calidad de personas mínimas y la presencia de hombres armados en las calles.

El poder performativo para cerrar la guerra y abrir condiciones de paz, se especifica a ciertas condiciones, a ciertas personas investidas. La posibilidad más inmediata es que el presidente sentencie otro acto performativo y que sus palabras investidas den fin a la guerra.

O un poco más complejo de sincronizar, que la resonancia de nuestras palabras con otras tantas genere una fuerza performativa distinta, una sentencia efectiva que inaugure la paz.